Hace frío en Zamora. Y las líneas que unen mis párpados con las aceras se tensan de escarcha. Hace frío y paseo, y ya en la casa una rendija sola trae el pánico helado de los vecinos del patio. Mi piel se eriza entera para que le saquen el molde a la cúpula de la catedral. Soy un pescado azul, con mis dos ojos primitivos que traen quietas las corrientes nocturnas de alta mar, con mi columna vertebral al quiebrlo, con mis escamas gélidas sobre tu cuello. Traigo conmigo el ruido de los picos de las cigüeñas, traigo lejos las conchas de la tierra: esquejes de un mundo sin plantar. 
Mi boca callada no se deshiela. 
Pronto llegará. Tengo un gripo ardiéndome en el vientre, a punto de alumbrarlo entre las aceñas. 

Carmen Camacho